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Hasta un tercio de los alimentos que se producen mundialmente se desperdician antes de ser consumidos, lo que lleva a la consiguiente pérdida de mano de obra, agua, energía y otros insumos. La contracara a este problema es que casi mil millones de personas pasan hambre, según datos de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura).
La preocupación del sector público y privado por este tema llevó al desarrollo de espacios, entre los que se encuentra el "Programa Nacional de Reducción y Pérdida de Desperdicios de Alimentos", que lleva adelante el Ministerio de Agroindustria. El programa "Entre Mujeres" -el espacio entre Chacra TV y Revista Chacra- entrevistó a su responsable, Natalia Basso.
- ¿En qué consiste el programa?
El programa surgió por la preocupación a nivel mundial de que tanto el sector agroalimentario como nosotros, los consumidores, desperdiciamos buena parte de los alimentos. Esto se contrapone con la realidad de que hay personas que sufren hambre.
Tiene como objetivo coordinar políticas para reducir el desperdicio de alimentos y, a la vez, promover un consumo más responsable. Pero, como todo programa, debe estar coordinado con el sector privado.
- En la producción agropecuaria, ¿dónde puede encontrarse la pérdida?
El desperdicio puede ser en cualquier eslabón de la cadena. Podemos perder alimentos desde la cosecha, el transporte, la logística y en la tecnología que sirve para alargar la vida útil, porque sabemos que los alimentos en Argentina recorren distancias.
En frutas y hortalizas, a nivel mundial, desde la poscosecha hasta que llega a nuestro consumo, se pierde el 45 por ciento de lo que produce la tierra; es decir, que esa cifra termina en la basura. En los países de América Latina no es tan fuerte la impronta de caracteres estéticos como lo es en Europa. Pero ya desde la producción existen condicionamientos como, por ejemplo, que las materias primas sean perfectas. Y en realidad todas las manzanas son diferentes.
- ¿Cómo se trabaja eso en el mundo?
En los EE.UU. y en algunos países de Europa, España y los Países Bajos están trabajando en educar al consumidor en un consumo responsable, que los caracteres estéticos o cosméticos -como los llaman- no sean tan importantes. En cambio, en los países de América Latina se hace más foco en lo que es la pérdida. En nuestro país, depende la cadena, las hay más eficientes, como puede ser la del trigo, que ya cuenta con datos de pérdida, se aplica tecnología y se hacen mejoras permanentes para evitar desperdicios. Y cadenas que todavía faltan desarrollarse, como el sector de las hortalizas.
En algunas frutas, encontramos mayor eficiencia y en otras no. A veces no depende tanto de la eficiencia sino de la coordinación: qué es lo que estamos esperando como consumidores; si esperamos, por ejemplo, una banana chiquita y nosotros, como país, no es lo que tenemos.
- ¿Qué tipo de campañas se hacen en el mundo para evitar los desperdicios?
Hay una en Brasil muy famosa, hay otra en Europa que implementaron con las frutas y verduras feas, haciendo personajes. Hay cadenas que hacen programas de Responsabilidad Social Empresaria (RSE), donde los chefs tienen un rol mediático importante. Hay otras que empezaron a dictar cursos de capacitación de alimentos más ligados a la inocuidad o a la utilización de desperdicios que, a veces, no utilizamos y en otros países sí reutilizan.
- ¿Hay estadísticas mundiales o locales en cuanto a los porcentajes de pérdida de los alimentos?
A nivel mundial se habla de que la pérdida es del orden de un 30 por ciento de lo que se produce. Las estadísticas arrojan un 45 por ciento en frutas y hortalizas y 30 por ciento en productos de mar. Esto último tiene relación con la alta perecibilidad que tienen y la manipulación, que es más compleja.
- ¿Cómo se alimentan los argentinos?
Nos falta consumir más frutas y hortalizas, aprender a alimentarnos, a consumir más alimentos con salvado, con fibras. Consumimos mucha carne vacuna, quizás es mejor consumir menos carne y más semillas, que en otros países se consumen mucho. Arroz y polenta son alimentos con características nutricionales destacadas. En Argentina hay un gran porcentaje de sobrepeso y obesidad. Una chef conocida como "Madam Papin" habla de revalorizar los alimentos. Puso de moda las papitas del norte, revalorizando productos de la zona.
Hay iniciativas dentro del sector público y en organizaciones no gubernamentales de empezar a trabajar con chicos y jóvenes en la producción de huertas en escuelas y en las casas para que aprendan de dónde viene esa planta. Emprendimientos que implican involucrarse en el proceso de producción e invitan a querer comer lo que uno hizo. En el Ministerio se desarrolla el programa Prohuerta.
- Existen dos o tres médicos muy reconocidos que se preocupan por la obesidad, ¿cuánto tiene que ver con la sociedad el comer?
En nuestro país hablamos de mala nutrición y problemas de obesidad, más que de desnutrición. Encontramos chicos con presión arterial alta por consumir comidas con alto porcentaje de sodio y otros con carencia de nutrientes.
- ¿Cuál es el papel de la industria pensando, por ejemplo, en el ácido fólico que se le agrega desde hace tiempo a la harina?
Gran parte de la política de seguridad alimentaria y el programa de reducción intenta vincularse con la industria y trabajar entre los diferentes actores juntos, mejorar las características nutricionales, la política de reducción de sodio: papas fritas, palitos, calditos, etc. La industria debe involucrarse más, el cliente lo empieza a exigir, y para ella es una oportunidad de hacer mejores productos.
Estamos planificando un seminario sobre el potencial que tienen los descartes o los subproductos de alimentos que muchas veces se tiran.
- ¿Cómo ves el programa en cuanto a expectativas en diez años?
Veo un programa con otro nombre: sistemas agroalimentarios sostenidos o economía circular en alimentos, algo no pensado desde lo negativo, como necesidad, como puede ser la reducción de pérdida de desperdicio, sino algo pensado desde lo social, económico y ambiental. (chacra)